Pero vayamos por partes. El sábado fue un día intenso, tuve que salir de viaje relámpago a Logroño a un entierro y funeral. Nadie cercano, bueno, lo suficientemente conocido como para que me impacte pero no para que me afecte. Sí me afectó, en cambio, ver a una de mis primas pequeñas, de casi 13 años y sobrina del difunto, llorar deshecha por la pena… y es que ya tiene una edad en la que empieza a darse cuenta de que la vida a veces tiene cara B.
Después de los actos fúnebres me volví a mi casa mientras toda mi familia se quedaba a pasar el fin de semana en Logroño. Me porté bien, me fui pronto a la cama porque ese día se dormía una hora menos y porque el domingo…
…el domingo ¡¡iba a conocer a Mel!! Después de varios años visitando y comentando los mismos blogs, de estar en contacto diario a través de Facebook, por fin nos decidimos a dar el paso. Bueno, en realidad yo me decidí porque me iba a presentar a mi futuro marido sino de qué.
El encuentro fue muy emotivo, quedamos en Donosti, en la puerta del Kursaal, así en plan estrellas de cine, muy bonito todo. En persona es mucho más guapa (si cabe), un poquito más alta y no tan rubia. Es divertida como cuando escribe y le gusta el pipiribípipí, como a mí.
Su marido es genial, un descubrimiento, con muchísimo sentido del humor, paciencia infinita por aguantarla a ella y el cielo ganado, por supuesto.
Y su amigo, o sea mi futuro marido, o sea ÉL… ¡ay ÉL! Él me encantó, es alto, guapo, con muy buena planta y una voz que derrite… Se da un aire a los Bardem pero en limpio, como dice Mel.
Ahora entenderéis que una quedada así merecía no uno sino varios brindis. Y eso hicimos. Tomamos la primera ronda a eso de la una y media del mediodía y la última como a las diez de la noche. Non stop.
Y así fue mi fin de semana, dos días en los que la vida me enseñó sus dos caras. A veces nos da una patada en el culo, sí, pero otras nos ofrece momentos únicos, de risas y buen rollo… y hay que saber disfrutarlos.
¡Felices vacaciones!
P.D. Gracias a Minerva por apuntarse a seguidora.